Recuerdo haber llegado al mar y tu mano tibia sobre mi
espalda baja. Tus dedos verano tostando mi piel de invierno.
A lo lejos, las nubes del huracán anunciaban su llegada. Me
dijiste que hacía muchos años no venían huracanes a tu
tierra, que yo había traído el viento y la lluvia. Yo sólo
recuerdo los 40° grados con los que la península me recibía.
Tu tacto tibio hacia contraste con tu lengua siempre fría, tría
por la cerveza, por el vino, por el helado de frutos secos, por
mi condición de mujer montaña, mujer neblina, mujer del frío.
Decías que tenía los ojos tristes, contigo descubrí que
puedes querer mucho a alguien aunque te ponga triste, y
aunque a veces te caiga mal. Ojalá supiera irme a tiempo,
ojalá aprendiera a no volver y si lo hiciera, fuera sin dolor. Así
como ahora, que ya no siento nada. También pasaste, todo
pasa, aunque llore en el proceso.
-Crónicas, Mercedes Reyes Arteaga
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