Quiero pensar en todo lo bueno, en lo que he ido
recuperando de a poco. En mis pasos más firmes, en la
fuerza que va regresando a mis brazos, en los golpeteos
menos frenéticos de mi corazón. He decidido echarle un
vistazo al pasado, he reconocido y aceptado todo el dolor
que sentí. Porque el dolor nos quiebra la voluntad, es el dolor
mismo el que nos hunde. Así que pensé en Dios, en el
universo, en las leyes físicas, en las energías, en todo
aquello que maneja con hilos invisibles la vida, pensé en eso
y yo en medio, cayéndome a pedazos. Intentando sostener
cada retazo con todas mis fuerzas, pero la vida no se trata
de sostener con fuerza, se trata de acariciar con amor y
soltar, soltar lo que no sirve, lo que ya no quiere estar, lo que
queremos pero no puede quedarse. Entonces si, me estoy
desmoronando, pero también estoy germinando, como la
pintura vieja que se bota en la pared y la deja lisa para que
se pinte de otro color, así me siento. Hay partes húmedas,
huecas, rotas, hay piezas perdidas, heridas y también
moretones. Pedazos dónde no entra la luz, pero ya no le
temo a la oscuridad. Ya se me olvidó cuántas veces me he
reconstruido, pero recuerdo a la perfección como hacerlo. Es
que a todos nos da miedo la destrucción, cuando
deberíamos amar el proceso de crear algo nuevo con lo poco
que queda de pie.
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