Esa noche como tantas veladas de
tedio se volvió a morder la lengua para que no se le saliera la verdad por las
tantas goteras que tenia el corazón, la
lluvia no le dio tregua al sol para pensar, paso una semana irreal sin poder concentrarse, comiendo mal y durmiendo peor se detenía a mitad de cualquier actividad y se daba una palmadita en la frente, porque
de pronto se acordaba de algo que olvido decirle, a cada instante le venían preguntas
cotidianas que solo el podía contestar.
Alguna vez él, le había dicho algo que
ella no podía concebir, “Los amputados sienten dolores calambres y cosquillas que ya no tienen”. Así se sentía ella sin el, sintiéndolo
estar donde ya no estaba, tratando de encontrar señales cifradas que le
indicaran el camino.
Aquella tarde instigada por la
rabia ciega, escribió una carta había puesto en ella toda la furia que era
capaz, sus palabras mas crueles ,los oprobios mas hirientes e injustos que sin
embargo le parecían ínfimos frente al
tamaño de la ofensa, fue el ultimo acto de amargo exorcismo de muchos días, trataba
de lograr un pacto de conciliación con su nuevo estado quería ser ella misma no
podía sortear un recóndito centímetro de rencor
contra el, el recuerdo de su imagen vistiéndose mientras ella se peinaba,
el olor de su piel que había de persistir en la de ella.. Fue aquella madrugada
de Noviembre que tuvo un acertado sueño casual que le había helado la sangre,
que la despertó en sobresalto, giro sobre su cuerpo, lo busco a tientas y solo encontró
ausencia , tomo conciencia de que él nunca más volvería a despertar a su lado y fue en ese momento cuando el murió para ella.
-Dicen que morimos 2 veces: cuando dejamos de respirar y cuando alguien dice nuestro nombre por última vez- (La dama del amanecer)
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